lunes, 28 de febrero de 2011

El hombre y la naturaleza






http://www.elpais.com/fotogaleria/World/Press/Photo/2011/elpgal/20110211elpepusoc_1/Zes/8


Afectados por las inundaciones de la provincia de Dadu, lucha por la ayuda lanzada desde un helicóptero del Ejército paquistaní, el 13 de septiembre de 2010 (Getty Images).





Corrimiento de tierra en La Paz


Vista general del Valle de Las Flores, en este de La Paz. Más de 400 casas han resultado afectados por el corrimiento de tierra, dejando a unas 4.000 personas sin hogar. El Presidente boliviano, Evo Morales, ha declarado el estado de "emergencia" en la zona afectada.


http://www.elpais.com/fotogaleria/fotos/dia/elpgal/20110214elpepuint_1/Zes/1

Perdidos en la naturaleza



El fotógrafo que se quedó tirado en medio de la nada en Alaska


http://www.cabovolo.com/2010/01/carl-mccunn-fotografo-perdido-alaska.html

Economía



ENTREVISTA: Economía global NIALL FERGUSON Catedrático de Historia Económica en Harvard


"El problema de Europa no son las cajas, sino la banca alemana"





http://www.elpais.com/articulo/economia/global/problema/Europa/cajas/banca/alemana/elpepueconeg/20110227elpnegeco_5/Tes

Arturo Perez-Reverte



- Gorrones sin fronteras II -


El síndrome del coronel tapioca


XLSemanal - 10/1/2010


Hace treinta y dos años desaparecí en la frontera entre Sudán y Etiopía. En realidad fueron mi redactor jefe, Paco Cercadillo, y mis compañeros del diario Pueblo los que me dieron como tal; pues yo sabía perfectamente dónde estaba: con la guerrilla eritrea. Alguien contó que había habido un combate sangriento en Tessenei y que me habían picado el billete. Así que encargaron a Vicente Talón, entonces corresponsal en El Cairo, que fuese a buscar mi fiambre y a escribir la necrológica. No hizo falta, porque aparecí en Jartum, hecho cisco pero con seis rollos fotográficos en la mochila; y el redactor jefe, tras darme la bronca, publicó una de esas fotos en primera: dos guerrilleros posando como cazadores, un pie sobre la cabeza del etíope al que acababan de cargarse.

Lo interesante de aquello no es el episodio, sino cómo transcurrió mi búsqueda. La naturalidad profesional con que mis compañeros encararon el asunto. Conservo los télex cruzados entre Madrid y El Cairo, y en todos se asume mi desaparición como algo normal: un percance propio del oficio de reportero y del lugar peligroso donde me tocaba currar. En las tres semanas que fui presunto cadáver, nadie se echó las manos a la cabeza, ni fue a dar la brasa al ministerio de Asuntos Exteriores, ni salió en la tele reclamando la intervención del Gobierno, ni pidió que fuera la Legión a rescatar mis cachos. Ni compañeros, ni parientes. Ni siquiera se publicó la noticia. Mi situación, la que fuese, era propia del oficio y de la vida. Asunto de mi periódico y mío. Nadie me había obligado a ir allí.

Mucho ha cambiado el paisaje. Ahora, cuando a un reportero, turista o voluntario de algo se le hunde la canoa, lo secuestran, le arreglan los papeles o se lo zampan los cocodrilos, enseguida salen la familia, los amigos y los colegas en el telediario, asegurando que Fulano o Mengana no iban a eso y pidiendo que intervengan las autoridades de aquí y de allá -de sirios y troyanos, oí decir el otro día-. Eso tiene su puntito, la verdad. Nadie viaja a sitios raros para que lo hagan filetes o lo pongan cara a la Meca, pero allí es más fácil que salga tu número. Ahora y siempre. Si vas, sabes a dónde vas. Salvo que seas idiota. Pero en los últimos tiempos se olvida esa regla básica. Hemos adquirido un hábito peligroso: creer que el mundo es lo que dicen los folletos de viajes; que uno puede moverse seguro por él, que tiene derecho a ello, y que Gobiernos e instituciones deben garantizárselo, o resolver la peripecia cuando el coronel Tapioca se rompe los cuernos. Que suele ocurrir.

Esa irreal percepción del viaje, las emociones y la aventura, alcanza extremos ridículos. Si un turista se ahoga en el golfo de Tonkín porque el junco que alquiló por cinco dólares tenía carcoma, a la familia le falta tiempo para pedir responsabilidades a las autoridades de allí -imagínense cómo se agobian éstas- y exigir, de paso, que el Gobierno español mande una fragata de la Armada a rescatar el cadáver.


Todo eso, claro, mientras en el mismo sitio se hunde, cada quince días, un ferry con mil quinientos chinos a bordo. Que busquen a mi Paco en la Amazonia, dicen los deudos. O que nos indemnicen los watusi. Lo mismo pasa con voluntarios, cooperantes y turistas solidarios o sin solidarizar, que a menudo circulan alegremente, pisando todos los charcos, por lugares donde la gente se frota los derechos humanos en la punta del cimbel y una vida vale menos que un paquete de Marlboro. Donde llamas presunto asesino a alguien y tapas la cara de un menor en una foto, y la gente que mata adúlteras a pedradas o frecuenta a prostitutas de doce años se rula de risa.


Donde quien maneja el machete no es el indígena simpático que sale en el National Geographic, ni el pobrecillo de la patera, ni te reciben con bonitas danzas tribales. Donde lo que hay es hambre, fusiles AK-47 oxidados pero que disparan, y televisión por satélite que cría una enorme mala leche al mostrar el escaparate inalcanzable del estúpido Occidente. Atizando el rencor, justificadísimo, de quienes antes eran más ingenuos y ahora tienen la certeza desesperada de saberse lejos de todo esto.


Y claro. Cuando el pavo de la cámara de vídeo y la sonrisa bobalicona se deja caer por allí, a veces lo destripan, lo secuestran o le rompen el ojete. Lo normal de toda la vida, pero ahora con teléfono móvil e Internet. Y aquí la gente, indignada, dice qué falta de consideración y qué salvajes. Encima que mi Vanessa iba a ayudar, a conocer su cultura y a dejar divisas.


Y sin comprender nada, invocando allí nuestro código occidental de absurdos derechos a la propiedad privada, la libertad y la vida, exigimos responsabilidades a Bin Laden y gestiones diplomáticas a Moratinos. Olvidando que el mundo es un lugar peligroso, lleno de hijos de puta casuales o deliberados. Donde, además, las guerras matan, los aviones se caen, los barcos se hunden, los volcanes revientan, los leones comen carne, y cada Titanic, por barato e insumergible que lo venda la agencia de viajes, tiene su iceberg particular esperando en la proa.


http://www.perezreverte.com/articulo/patentes-corso/440/el-sindrome-del-coronel-tapioca/

Gorrones sin fronteras



Gorrones sin fronteras, de Fernando Sánchez Dragó:


"Mi mujer, que es japonesa, exclama: ¡Menudo chollo! Los españoles pagáis al contado y, encima, convertís en héroes a esos pijos. Razón lleva. Pijos, caraduras, gilipollas y gorrones, añado (...)


¿No sería más lógico cargar la ayuda en un mercante y entregarla en los puertos de destino a cualquier institución solvente (si existiera, lo que es dudoso) o depositarla en las huchas del Domund?


Tres cuartas partes, como mínimo, del dinero recaudado por las oenegés laicas van a parar al pozo de los gastos de gestión y al sumidero de la corrupción.


Añadan a eso los del viajecito de treinta y tantas personas -¡treinta y tantas!- enviadas desde Cataluña, a todo tren, a tan lejanos parajes y echen cuentas. ¿Es que no hay aquí pobres sin intermediarios a la vuelta de cualquier esquina? Y si el donante los prefiere de raza negra o circuncisos y con chilaba por mor del exotismo, no han de faltarle (...)


Si cruzo el Sáhara para revolcarme en las dunas y me descalabro o me voy al Índico a pescar atunes y doy en hueso, es sólo asunto mío o de los míos."

Petroglifos - Galicia - Tomiño






Petroglifos del monte Tetón


Ecoparque arqueológico, situado en Tomiño, donde se halla la mayor concentración de círculos concéntricos de arte rupestre del mundo.


Para verlo en alta resolución pinchar en la imagen.


http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Petr%C3%B3glifo_de_Portaxes,_Monte_Tet%C3%B3n,_Tomi%C3%B1o.jpg



domingo, 27 de febrero de 2011

Obsolescencia programada



Se denomina obsolescencia programada u obsolescencia planificada a la determinación, planificación o programación del fin de la vida útil de un producto o servicio de modo que este se torne obsoleto, no funcional, inútil o inservible tras un período de tiempo calculado de antemano, por el fabricante o empresa de servicios, durante la fase de diseño de dicho producto o servicio. La obsolescencia programada tiene un potencial considerable y cuantificable para beneficiar al fabricante dado que el producto va a fallar en algún momento, obligando al consumidor a que adquiera otro producto nuevamente,[1] ya sea del mismo productor (mediante la adquisición de una parte para reemplazar y arreglar el viejo producto o mediante la compra de un modelo del mismo más nuevo), o de un competidor, factor decisivo que también se prevé en el proceso de obsolescencia programada.

Para la industria, la obsolescencia programada estimula positivamente la demanda al alentar a los consumidores a comprar de forma artificialmente acelerada nuevos productos si desean seguir utilizándolos.[2] La obsolescencia programada se utiliza en una alta diversidad de productos.[3] Existe el riesgo de una reacción adversa por parte de los consumidores al descubrir que el fabricante invirtió en diseñar que su producto se volviese obsoleto más rápidamente, haciendo que sus consumidores cambien a la competencia, basando su elección en la durabilidad y calidad del producto.

La obsolescencia programada fue desarrollada por primera vez entre 1920 y 1930, momento en el que la producción en masa empieza a forjar un nuevo modelo de mercado en el cual el análisis detallado de cada parte del mismo pasa a ser un factor fundamental para lograr su éxito.

La elección de fabricar productos que se vuelvan obsoletos de manera premeditada puede influir enormemente en la decisión de cierta empresa sobre su arquitectura interna de producción. Así, la compañía tiene que sopesar si utilizar componentes tecnológicos más baratos satisface o no la proyección de vida útil que estén interesados en darle a sus productos. Estas decisiones forman parte de una disciplina conocida como ingeniería del valor.

El empleo de la obsolescencia programada no siempre es tan fácil de determinar, y se complica aún más al entrever otros factores relacionados como pueden ser la constante competencia tecnológica o la sobrecarga de funciones que si bien pueden expandir las posibilidades de uso del producto en cuestión también pueden hacerlo fracasar rotundamente.


http://es.wikipedia.org/wiki/Obsolescencia_programada


OBSOLESCENCIA PROGRAMADA
--- VIDEO DOCUMENTAL ---



http://www.youtube.com/watch?v=doZIaicuXgs

PERUCHO - 2

Los Pazos de Ulloa Emilia Pardo Bazán
Capítulo XXVIII


"Escurrióse bonitamente de la capilla, resuelto a salvar a toda costa la vida de la heredera de Moscoso. ¿Cómo haría? Faltábale tiempo de madurar el plan: lo que importaba era obrar con celeridad y no arredrarse ante obstáculo alguno. Se deslizó sin ser visto por la cocina, y subió la escalera a escape. Llegado que hubo a las habitaciones altas, residencia de los señores, de tal manera supo amortiguar el ruido de sus pisadas, que el oído más fino lo confundiría con el susurro del aire al agitar una cortina. Lo que él temía era encontrar cerrada la puerta del dormitorio de Nucha. El corazón le dio un brinco de alegría al verla entornada.

La empujó con suavidad de gato que esconde las uñas... Tenía la maldita puerta el vicio de rechinar; pero tan sutil fue el empuje, que apenas gimió sordamente. Perucho se coló en la habitación, ocultándose tras del biombo. Por uno de los muchos agujeros que éste lucía, miró al otro lado, hacia donde estaba la cuna. Vio a la niña dormida, y al ama, de bruces sobre el lecho de Nucha, roncando sordamente. No era de temer que se despabilase la marmota: el rapaz podía a mansalva realizar sus propósitos.

Sin embargo, convenía que no despertase la chiquilla, no fuese a alborotar la casa lloriqueando. Perucho la tomó como quien toma un muñeco de cristal, muy rompedizo y precioso: sus palmas llenas de callos y sus brazos hechos a disparar certeras pedradas y a descargar puñetazos en el testuz de los bueyes adquirieron de golpe delicadeza exquisita, y la nené, envuelta en el pañolón de calceta, no gruñó siguiera al trocar la cama por los brazos de su precoz raptor. Éste, conteniendo hasta el respirar, andando con paso furtivo, rápido y cauteloso -el andar de la gata que lleva a sus cachorros entre los dientes, colgados de la piel del pescuezo-, se dirigió a buscar la salida por el claustro, pues de cruzar la cocina era probable una sorpresa.

En el claustro se paró obra de diez segundos, para meditar. ¿Dónde escondería su tesoro? ¿En el pajar, en el herbeiro, en el hórreo, en el establo? Optó por el hórreo -el lugar menos frecuentado y más oscuro-. Bajaría la escalera, se enhebraría por el claustro, se colaría por las cuadras, salvaría la era, y después nada más sencillo que ocultarse en el escondrijo. Dicho y hecho.

Arrimada al hórreo estaba la escala. Perucho comenzó a subir, operación bastante difícil atendido el estorbo que le hacía la chiquilla. Lo estrecho y vertical de los travesaños imponía la necesidad de agarrarse con manos y pies al ir ascendiendo: Perucho no disponía de las manos; la energía de la voluntad se le comunicó al dedo gordo del pie, que semejaba casi prensil a fuerza de adaptarse y adherirse a las barras de palo, bruñidas ya con el uso. En mitad de la ascensión pensó que rodaba al pie del hórreo, y apretó contra el pecho a la niña, que, despertándose, rompió en llanto... ¡Que llorase! Allí no la oía alma viviente; por la era sólo vagaba media docena de gallinas, disputando a dos gorrinos las hojas de una col. Perucho entró triunfante por la puerta del hórreo...

Las espigas de maíz no lo llenaban hasta el techo, dejando algún espacio suficiente para que dos personas minúsculas, como Perucho y su protegida, pudiesen acomodarse y revolverse. El rapaz se sentó sin soltar a la nena, diciéndole mil chuscadas y zalamerías a fin de acallarla, abusando del diminutivo que tan cariñosa gracia adquiere en labios del aldeano.

-Reiniña, mona, ruliña, calla, calla, que te he de dar cosas bunitas, bunitas, bunitiñas... ¡Si no callas, viene un cocón y te come! ¡Velo ahí viene! ¡Calla, soliño, paloma blanca, rosita!

No por virtud de las exhortaciones, pero sí por haber conocido a su amigo predilecto, la niña callaba ya. Mirábale, y, sonriendo regocijadamente, le pasaba las manos por la cara, gorjeaba, se bababa, y miraba con curiosidad alrededor. Extrañaba el sitio. Enfrente, alrededor, debajo, por todos lados, la rodeaba un mar de espigas de oro, que al menor movimiento de Perucho se derrumbaban en suaves cascadas, y donde el sol, penetrando por los intersticios del enrejado del hórreo, tendía galones más claros, movibles listas de luz. Perucho comprendió que poseía en las espigas un recurso inestimable para divertir a la pequeña. Tan pronto le daba una en la mano, como alzaba con muchas una especie de pirámide; la nené se entretenía en derribarla o forjarse la ilusión de que la derribaba, pues realmente una patada de Perucho hacía el milagro. Reía ella lo mismo que una loca, y pedía impaciente, por señas, que le renovasen el juego.

Pronto se cansó de él. Con todo, estaba de buen humor, gracias a la compañía de Perucho. Su mirada risueña y dulce, fija en la de su compañero, parecía decirle: «¿Qué mejor juego que estar juntos? Disfrutemos de este bien que siempre nos han dado con tasa». En vista de tan cariñosas disposiciones, Perucho se entregó al placer de halagarla a su sabor. Ya le apoyaba un dedo en el carrillo, para provocarla a risa; ya remedaba a un lagarto, arrastrando la mano por el cuerpo de la nené arriba, e imitando los culebreos del rabo; ya se fingía encolerizado, espantaba los ojos, hinchaba los carrillos, cerraba los puños y resoplaba fieramente; ya, tomando a la nena en peso, la subía en alto y figuraba dejarla caer de golpe sobre las espigas. Por último, recelando cansarla, la cogió en brazos, se sentó a la turca, y comenzó a mecerla y arrullarla blandamente, con tanta suavidad, precaución y ternura como pudiera su propia madre.

¡Qué ganas, qué violentos antojos se le pasaban!... ¿De qué? En las veces que fue admitido a la intimidad de la habitación de Nucha y se le consintió aproximarse a la nené y vivir su vida, jamás osara hacerlo... Miedo de que le riñesen o echasen; vago respeto religioso que se imponía a su alma de pilluelo diabólico; vergüenza; falta de costumbre de sus labios, que a nadie besaban; todo se unía para impedirle satisfacer una aspiración que él juzgaba ambiciosa y punto menos que sacrílega... Pero ahora era dueño del tesoro; ahora la nené le pertenecía; la había ganado en buena lid, la poseía por derecho de conquista, ¡ese derecho que comprenden los mismos salvajes! Adelantó mucho el hocico, igual que si fuese a catar alguna golosina, y tocó la frente y los ojos de la pequeña... Después desenvolvió lentamente los pliegues del mantón, y descubrió las piernas, calentitas como chicharrones, que apenas se vieron libres del envoltorio comenzaron a bailar, sacudiendo sus favoritas patadas de júbilo. Perucho alzó hasta la boca un pie, luego otro, y así alternando se pasó un rato regular; sus besos hacían cosquillas a la niña, que soltaba repentinas carcajadas y se quedaba luego muy seria; pero que en breve empezó a sentir el frío, y con la rapidez que revisten en los niños muy chicos los cambios de temperatura, los piececillos se le quedaron casi helados. Al punto lo advirtió Perucho, y echándoles repetidas veces el aliento, como había visto hacer a la vaca con sus recentales, los envolvió en mantillas y pañolón, y nuevamente llegó a sí a la criatura, meciéndola.

El más glorioso conquistador no aventajaba en orgullo y satisfacción a Perucho en tales momentos, cuando juzgaba evidente que había salvado a la nené de la degollación segura y puéstola a buen recaudo, donde nadie daría con ella. Ni un minuto recordó al duro y bronceado abuelo tendido allá junto al paredón... A menudo se ve al niño, deshecho en lágrimas al pie del cadáver de su madre, consolarse con un juguete o un cartucho de dulces; quizás vuelvan más adelante la tristeza y el recuerdo, pero la impresión capital del dolor ya se ha borrado para siempre. Así Perucho. La ventura de poseer a su nené adorada, la prez de defender su vida, le distraían de los trágicos acontecimientos recientes. No se acordaba del abuelo, no, ni del trabucazo que lo había tumbado como él tumbaba las perdices.

Con todo, algo medroso y tétrico debía pesar sobre su imaginación, según el cuento que empezó a referir en voz hueca a la nené, lo mismo que si ella pudiese comprender lo que le hablaban. ¿De dónde procedía este cuento, variante de la leyenda del ogro? ¿Lo oiría Perucho en alguna velada junto al lar, mientras hilaban las viejas y pelaban castañas las mozas? ¿Sería creación de su mente excitada por los terrores de un día tan excepcional? «Una ves -empezaba el cuento- era un rey muy malo, muy galopín, que se comía la gente y las presonas vivas... Este rey tenía una nené bunita bunita, como la frol de mayo... y pequeñita pequeñita como un grano de millo (maíz quería decir Perucho). Y el malo bribón del rey quería comerla, porque era el coco, y tenía una cara más fea, más fea que la del diaño... (Perucho hacía horribles muecas a fin de expresar la fealdad extraordinaria del rey). Y una noche dijo él, dice: 'Heme de comer mañana por la mañanita trempano a la nené... así, así'. (Abría y cerraba la boca haciendo chocar las mandíbulas, como los papamoscas de las catedrales). Y había un pagarito sobre un árbole, y oyó al rey, y dijo, dice: 'Comer no la has de comer, coco feo.' ¿Y va y qué hace el pagarito? Entra por la ventanita... y el rey estaba durmiendo. (Recostaba la cabeza en las espigas de maíz y roncaba estrepitosamente para representar el sueño del rey). Y va el pagarito y con el bico le saca un ojo, y el rey queda chosco. (Guiñaba el ojo izquierdo, mostrando cómo el rey se halló tuerto). Y el rey a despertar y a llorar, llorar, llorar (imitación de llanto) por su ojo, y el pagarito a se reír muy puesto en el árbole... Y va y salta y dijo, dice: 'Si no comes a la nené y me la regalas, te doy el ojo...' Y va el rey y dice: 'Bueno...' Y va el pagarito y se casó con la nené, y estaba siempre cantando unas cosas muy preciosas, y tocando la gaita... (solo de este instrumento), y entré por una porta y salí por otra, ¡y manda el rey que te lo cuente otra vez!».

La nené no oyó el final del cuento... La música de las palabras, que no le despertaban idea alguna, el haber vuelto a entrar en calor, la misma satisfacción de estar con su favorito, le trajeron insensiblemente el sueño anterior, y Perucho, al armar la algazara acostumbrada cuando terminan los cuentos de cocos, la vio con los ojos cerrados... Acomodó lo mejor que pudo el lecho de espigas; llególe el mantón al rostro, como hacía Nucha, para que no se le enfriase el hociquito, y muy denodado y resuelto a hacer centinela, se arrimó a la puerta del hórreo, en una esquina, reclinándose en un montón de maíz. Pero fuese la inmovilidad, o el cansancio, o la reacción de tantas emociones consecutivas, también a él la cabeza le pesaba y se le entornaban los párpados. Se los frotó con los dedos, bostezó, luchó algunos minutos con el sueño invasor... Éste venció al cabo. Los dos ángeles refugiados en el hórreo dormían en paz.

Entre las representaciones de una especie de pesadilla angustiosa que agitaba a Perucho, veía el muchacho un animalazo de desmesurado grandor, bestión fiero que se acercaba a él rugiendo, bramando y dispuesto a zampárselo de un bocado o a deshacerlo de una uñada... Se le erizó el cabello, le temblaron las carnes, y un sudor frío le empapó la sien... ¡Qué monstruo tan espantoso! Ya se acerca..., ya cae sobre Perucho..., sus garras se hincan en las carnes del rapaz, su cuerpo descomunal le cae encima lo mismo que una roca inmensa... El chiquillo abre los ojos...

Sofocada y furiosa, vociferando, moliéndolo a su sabor a pescozones y cachetes, arrancándole el rizado pelo y pateándolo, estaba el ama, más enorme, más brutal que nunca. No hay que omitir que Perucho se condujo como un héroe. Bajando la cabeza, se atravesó en la entrada del hórreo, y por espacio de algunos minutos defendió su presa haciéndole muralla con el cuerpo... Pero el enorme volumen del ama pesó sobre él y lo redujo a la inacción, comprimiéndolo y paralizándolo. Cuando el mísero chiquillo, medio ahogado, se sintió libre de aquella estatua de plomo que a poco más le convierte en oblea, miró hacia atrás... La niña había desaparecido. Perucho no olvidará nunca el desesperado llanto que derramó por más de media hora revolcándose entre las espigas.


http://es.wikisource.org/wiki/Los_Pazos_de_Ulloa:_28


PERUCHO - 3
Capítulo XXX


"...Oyó risas, cuchicheos, jarana alegre, impropia del lugar y la ocasión. Se volvió y se incorporó confuso. Tenía delante una pareja hechicera, iluminada por el sol que ya ascendía aproximándose a la mitad del cielo. Era el muchacho el más guapo adolescente que puede soñar la fantasía; y si de chiquitín se parecía al Amor antiguo, la prolongación de líneas que distingue a la pubertad de la infancia le daba ahora semejanza notable con los arcángeles y ángeles viajeros de los grabados bíblicos, que unen a la lindeza femenina y a los rizados bucles asomos de graciosa severidad varonil. En cuanto a la niña, espigadita para sus once años, hería el corazón de Julián por el sorprendente parecido con su pobre madre a la misma edad: idénticas largas trenzas negras, idéntico rostro pálido, pero más mate, más moreno, de óvalo más puro, de ojos más luminosos y mirada más firme. ¡Vaya si conocía Julián a la pareja! ¡Cuántas veces la había tenido en su regazo!

Sólo una circunstancia le hizo dudar de si aquellos dos muchachos encantadores eran en realidad el bastardo y la heredera legítima de Moscoso. Mientras el hijo de Sabel vestía ropa de buen paño, de hechura como entre aldeano acomodado y señorito, la hija de Nucha, cubierta con un traje de percal, asaz viejo, llevaba los zapatos tan rotos, que puede decirse que iba descalza.


http://es.wikisource.org/wiki/Los_Pazos_de_Ulloa:_30

PERUCHO

Los Pazos de Ulloa Emilia Pardo Bazán
Capítulo XXIII


En el corazón de la tierna heredera de los Ulloas tenía el capellán, desde hacía algún tiempo, un rival completamente feliz y victorioso: Perucho.

Le bastó presentarse para triunfar. Entró un día en la punta de los pies, y sin ser sentido fue arrimándose a la cuna. Nucha le ofrecía de vez en cuando golosinas y calderilla, y el rapaz, como suele suceder a las fieras domesticadas, contrajo excesiva familiaridad y apego, y costaba trabajo echarle de allí, encontrándosele por todas partes, donde menos se pensaba, a manera de gatito pequeño viciado en el mimo y la compañía.

Muchísimo le llamó la atención la chiquitina al pronto. Ni los pollos nuevos cuando rompían el cascarón, ni los cachorros de la Linda, ni los recentales de la vaca, consiguieron nunca fijar así las miradas atónitas de Perucho. No podía él darse cuenta de cómo ni por dónde había venido tan gran novedad; sobre este tema, se perdía en reflexiones.


Rondaba la cuna incesantemente, poniéndose en riesgo notorio de recibir algún pescozón del ama, y, como no le expulsasen, se estaba buena pieza con el dedito en la boca, absorto y embelesado, más parecido que nunca a los amorcillos de los jardines que dicen con su actitud: «Silencio». Jamás se le había visto quieto tantas horas seguidas.


Así que la niña empezó a tener asomos de conciencia de la vida exterior, dio claras muestras de que si ella le interesaba a Perucho, no le importaba menos Perucho a ella. Ambos personajes reconocieron en seguida su mutua importancia, y a este reconocimiento siguieron evidentes señales de concordia y regocijo. Apenas veía la chiquilla a Perucho, brillaban sus ojuelos, y de su boca entreabierta salía, unido a la cristalina y caliente baba de la dentición, un amorosísimo gorjeo. Tendía ansiosamente las manos, y Perucho, comprendiendo la orden, acercaba la cabeza cerrando los párpados; entonces la pequeña saciaba su anhelo, tirando a su sabor del pelo ensortijado, metiendo los dedos de punta por boca, orejas y nariz, todo acompañado del mismo gorjeo, y entreverado con chillidos de alegría cuando, por ejemplo, acertaba con el agujero de la oreja.

Pasados los dos o tres primeros meses de lactancia, el genio de los niños se agria, y sus llantos y rabietas son frecuentes, porque empiezan los fenómenos precursores de la dentición a molestarles. Cuando tal sucedía a su niña, Nucha solía emplear con buen resultado el talismán de la presencia de Perucho.


Un día que el berrenchín no cesaba, fue preciso acudir a expedientes más heroicos: sentar a Perucho en una silleta baja y ponerle en brazos a la chiquitina. Él se estaba quieto, inmóvil, con los ojos muy abiertos y fijos, sin osar respirar, tan hermoso, que daban ganas de comérselo. La chiquita, sin transición, había pasado de la furia a la bonanza, y reía abriendo un palmo de desdentada boca; reía con los labios, con el mirar, con los pies bailarines, que descargaban pataditas menudas en el muslo de Perucho. No se atrevía el rapaz ni a volver la cabeza, de puro encantado.

A medida que la chiquilla atendía más, Perucho se ingeniaba en traerle juguetes inventados por él, que la divertían infinito. No se sabe lo que aquel galopín discurría para encontrar a cada paso cosas nuevas, ya fuesen flores, ya pajaritos vivos, ya ballestas de caña, ya todo género de porquerías, que era lo que más entusiasmaba a la pequeña. Presentábase a lo mejor con una rana atada por una pata, perneando en grotescas contorsiones, o llegaba ufanísimo con un ratón acabadito de nacer, tan chico y asustado, que daba lástima. Tenía aquel cachidiablo la especialidad de los juguetes animados. En su pucho roto y agujereado almacenaba lagartijas, mariposas y mariquitas de Dios; en sus bolsillos y seno, nidos, frutos y gusanos. La señorita le tiraba bondadosamente de las orejas.

-Como vuelvas a traer aquí tales ascos..., verás, verás. Te he de colgar de la chimenea como a los chorizos, para que te ahúmes.


http://es.wikisource.org/wiki/Los_Pazos_de_Ulloa:_23

PEDERASTIA -



Las webs de pornografía infantil se reducen en España en un 94%
La iniciativa ‘Protege a la infancia’ ha activado un botón para denunciar de forma anónimas el material ilegal colgado


El número de páginas web españolas con contenidos de pornografía infantil ha disminuido un 94% en los últimos cuatro años, según la organización de protección a la infancia Protégeles, que opera la línea de denuncia oficial para webs de contenidos inadecuados. El presidente y fundador de Protégeles, Guillermo Cánovas, destacó ayer que en el año 2006 su organización detectó una media de 600 págingas web españolas con contenido pedófilo gracias a las denuncias recibidas, mientras que el año pasado fueron 40 páginas. Cánovas achaca el drástico descenso a “una estrecha vigilancia de los contenidos que se alojan en la webs españolas y a los filtros que impiden subir automáticamente contenidos a páginas personales”.

Para Protégeles es una buena noticia la reducción de páginas web españolas con estos contenidos, pero destacan que eso no significa que se haya erradicado la pornografía infantil en Internet. De hecho, España está en la lista de los diez países en los que más se visita este tipo de sitios en Internet. En 2010, 278 personas fueron detenidas en nuestro país y 119 imputadas por delitos de pornografía infantil a través de Internet. “Ahora no tienen páginas propias los pederastas, el contenido está en las redes ‘peer to peer’, de intercambio de contenidos, no en páginas propias, y eso hace más difícil su detección y su cierre”, explica Cánovas.

Los cibercentinelas de Protégeles llevan desde el año 2001 ayudando a la Policía Nacional y a la Guardia Civil a detectar redes de intercambio de material pornográfico infantil. Curiosamente, la última gran operación contra una red de abastecimiento de pornografía infantil de 2010 fue contra una organización que se hacía llamar “protegenos”.

En un intento de trasformar a todos los cibernautas en vigilantes, las operadoras Orange, Telefónica, Vodafone y Yoigo han unido sus esfuerzos a los de la organización de protección de la infancia Protégeles para dar un nuevo paso en la lucha contra las imágenes de abusos sexuales a menores y otros contenidos que, distribuidos a través de Internet y el teléfono móvil, supongan riesgo o amenaza para ellos.

Fruto de esta alianza, presentaron ayer, en la sede de la Comisión Europea en Madrid, la iniciativa Protege a la infancia, que consiste en un botón de denuncia, visible a partir de ahora en los portales web de las compañías y, en breve, en sus plataformas móviles. Dicho botón conecta directamente con la línea de denuncia anónima promovida por la Comisión Europea en España.

El botón es exactamente el mismo en las cuatro compañías, de tal forma que resultará perfectamente reconocible por los usuarios, independientemente del servicio que utilicen habitualmente. Esta pestaña permitirá la denuncia anónima tanto de contenidos relativos a abusos sexuales a niños, como de situaciones de grooming o acoso sexual a menores en Internet o en telefonía móvil.


http://www.xornal.com/artigo/2011/02/01/sociedad/webs-pornografia-infantil-reducen-espana/2011020123581701447.html

MARIHUANA -



REPORTAJE: DEBATE SOBRE DROGAS BLANDAS


Tranquilo, aquí se fuman porros


Clubes privados para consumidores de marihuana florecen en algunos puntos de España. Solo admiten socios cuyas cuotas financian plantaciones colectivas para abastecerse. Otros socios lo son por motivos terapéuticos. Se amparan en cierto limbo legal


EVA CAVERO 27/02/2011


En una de las calles del barrio barcelonés de Sants un discreto dibujo de una hoja de marihuana en una fachada anuncia un club peculiar: "La Maca, asociación cannábica". En el interior, el aspecto es el de una oficina, pero no huele a archivo y burocracia. El humo del cannabis se escapa bajo la puerta de la sala lúdica, donde los socios hablan y fuman porros tranquilamente, sentados alrededor de la mesa o en cualquiera de los cuatro sofás. Otros esperan su turno para entrar en el pequeño despacho donde recogerán la cantidad de marihuana que les corresponda para la semana. Un socio viste con americana y corbata: "Acabo de discutir de cosas importantes en una reunión de trabajo. No quiero fotos", dice tajantemente.
El cultivo está castigado con cárcel, pero se aplican eximentes y atenuantes que suponen una despenalización 'de facto'
En el último año y medio se han hecho 1.000 descargas de la guía 'Cómo crear un Club Social de Cannabis'


Esto no es Amsterdam.Sucede en Barcelona, en San Sebastián, Bilbao y Madrid. Y, no, no se han legalizado los coffee shops en España. Se trata de clubes privados (hasta 22 se han unido en una federación, por el momento) que gestionan plantaciones colectivas de cannabis para producir la marihuana y el hachís que consumirán sus socios, que son quienes sufragan las plantaciones a través de las cuotas. Socios los hay de dos tipos: los terapeúticos (que consumen la droga por razones de salud) y los lúdicos. Pero todos quieren fumar "rico y de calidad por un precio razonable".
En la sala lúdica de La Maca, Joana se lía un porro en uno de los cuatro sofás. No es una mujer mayor, pero tampoco una jovencita. Inspira el humo con parsimonia, como si cumpliera un ritual: "Fumar me ayudó a seguir con mi vida cuando la depresión lo hacía imposible". Entrar en una de estas asociaciones tiene sus requisitos. Para ingresar como socio lúdico es necesario el aval de otro socio y que el club disponga de plazas, en función de la cosecha prevista; hacerlo por motivos terapéuticos, como Joana, requiere de un certificado médico. El servicio terapéutico de esta asociación pasa consulta los miércoles por la mañana. En los últimos tres meses, los médicos voluntarios han rechazado a dos pacientes por considerar que no estaban dentro de uno de los ocho grupos de enfermos para los que el cannabis parece ser eficaz como sustancia paliativa. "No pretendemos predicar el uso, sólo hacer un uso inteligente, empezando por adecuar las dosis", explica Joan Parés Grahit, uno de los doctores.
Hace cuatro años que José Afuera y otros amigos decidieron reunirse para formar un cultivo colectivo. De aquellas primeras reuniones en el salón de su casa nació La Maca. Hoy, la asociación que preside Afuera tiene más de 500 socios y varios terrenos alquilados para las plantaciones agrícolas. La Maca ha crecido. En el local, además de la sala lúdica y el pequeño despacho, hay una sala para que el equipo terapéutico pase consulta una vez a la semana, un baño y dos habitaciones aún vacías. Una de ellas será la sala para los trabajos que requiere la cosecha. La más grande albergará en unos meses una plantación de interior.


Los comienzos no fueron fáciles: no había unas normas claras de cómo actuar, porque los límites de lo legal no están definidos. Ensayo y error. Siguieron el camino que habían abierto otros clubes ya en marcha, la mayoría en el País Vasco, que contaban con sentencias judiciales que han salido reforzadas después de ganar al menos siete juicios por las plantaciones decomisadas. La sentencia más conocida afectó a la asociación bilbaína Pannagh: en 2007, la Audiencia Provincial de Vizcaya determinó que el cultivo colectivo que les fue incautado en 2005 era legal. Y no solo eso, sino que obligó a la policía a devolver los 17 kilos que quedaban de la marihuana. La droga, que aún guardan en cajas en la antigua sede, está inservible, pero se convirtió en un trofeo simbólico.
No hay, sin embargo, un plan de actuación de las instituciones frente a estos clubes. Un portavoz del Ministerio de Sanidad explica a este periódico que los cultivos del cannabis deben estar "sometidos siempre a autorización administrativa estatal previa". Pero, ¿quién debe emitir esta autorización? No queda claro. En el Plan Nacional Sobre Drogas responden que la Agencia del Medicamento es el organismo que debe aprobar los productos derivados del cannabis que tengan un fin farmacológico. Esta agencia precisa, a su vez, que solo el Sativex (a razón de 440 euros el frasco) está autorizado.


¿Y cuando se trata de fines lúdicos? El artículo 368 del Código Penal castiga el cultivo con entre uno y tres años, pero los jueces suelen aplicar atenuantes y eximentes (por tratarse de consumidores habituales) que suponen una despenalización de facto, según fuentes policiales y judiciales.
No hay regulación. "Las leyes no especifican nada. Estamos construyendo nuestro propio camino", explica Martín Barriuso, presidente de la Federación de Asociaciones Cannábicas (FAC), que agrupa a 22 de estos clubes. Basándose en la experiencia, la FAC propone algunos consejos: no puede haber propaganda, no hay lucro y es un circuito de consumo privado y cerrado. Aún así, persiste el riesgo de que la policía detenga a uno de los socios durante el transporte de la marihuana de la plantación al local. No hay norma que especifique los límites o cómo pueden compatibilizarse esta actividad con la ley Corcuera, que prohíbe la tenencia de drogas en la vía pública.


Barriuso se muestra especialmente interesado por regular la situación. Además de presidir la FAC, es presidente de Pannagh, un club de Bilbao, y es quien asume la responsabilidad del transporte. Curtido en sus apariciones en ETB y otras televisiones, habla con soltura del proyecto asociativo, en el que milita desde hace más de 13 años. Entonces, Barriuso acudió por primera vez a presentar la propuesta de la FAC en la cámara vasca. Ahora cree que ya pueden probar que funciona: "Nos hemos convertido en una realidad social. Hemos hecho un proceso de reflexión y vemos que es necesario llevarlo a las instituciones."
El Ministerio del Interior no ha establecido un protocolo de actuación para la policía respecto a estos clubes. Tampoco lo han hecho las Comunidades Autónomas, aunque varias asociaciones aseguran que han tenido conversaciones privadas con las autoridades de su comunidad.
Es en el País Vasco donde las conversaciones van más adelantadas: el pasado noviembre, Martín Barriuso e Iker del Val (presidente y vicepresidente de la FAC) comparecieron ante la comisión de Interior de la cámara autonómica. La respuesta de los grupos parlamentarios vascos fue desigual. La réplica más dura fue la de la portavoz socialista, Teresa Laespada, que, pese a ser amiga de Barriuso, criticó duramente el proyecto, argumentando que la autorización expresa de estos clubes supondría "dos pasitos o tres menos en beneficio del debate social real de las drogas".
La media de edad de los socios de estos clubes es de 35 años, lo cual quiere decir que hay un porcentaje alto de consumidores que están entre los 40 y los 50. "Los más mayores nos suelen decir: 'Menos mal que estáis. Ya no tengo edad para ir a buscar al camello de la esquina", dice Barriuso. Uno de los socios cita el día en el que el médico le recomendó a su madre la marihuana como sustituto de las pastillas para dormir: "¿La droga de mi hijo?", recuerda que exclamó. Ahora, cada noche, su madre saca del congelador una de las magdalenas de cannabis que le preparan para tomar con un vaso de leche antes de irse a dormir.
Las mismas asociaciones temen que surjan clubes que actúen como "tapadera" para montar un negocio. El modelo que propone la FAC no es el único. Hace año y medio que colgaron en su web la guía Cómo crear un Club Social de Cannabis y se han producido unas 1.000 descargas del documento. La falta de un registro para este tipo de asociaciones impide conocer su número total.
Algunos clubes tienen bar o restaurante, un modelo que recuerda a los coffee shops holandeses. "Es necesario que las cuentas estén claras para poder demostrar que las cantidades producidas se corresponden con lo consumido por los socios", dice Del Val, presidente de Ganjazz (San Sebastián). Para demostrar que no hay tráfico de drogas, los socios registran en el cuaderno de bitácora de su club las cantidades que prevén consumir, cálculos que determinarán el tamaño de la cosecha. Con el tiempo se plantean que una autoridad se encargue de "auditar" las producciones. Dato curioso: algunas de las asociaciones tributan IVA (gravado al 18%) por las cuotas que sufragan los cultivos. El volumen del impuesto supuso el año pasado 18.938 euros en el caso de Greenfarm (San Sebastián).


Reunidos en la sala lúdica, varios miembros de La Maca celebran la asamblea del miércoles. "Toma, te paso algunas muestras para que las cates", dice Nora mientras señala unas bolsitas de maría con una etiqueta: Spannabis 2011. Son ejemplares de las plantas que se presentarán en un concurso de cultivos durante la feria que se celebra este fin de semana en Barcelona. Los miembros de las asociaciones forman el jurado que decidirá los mejores cultivos. La Fundación de Ayuda contra la Drogadicción no ve con buenos ojos estas iniciativas: "Que se oiga la voz de los consumidores nos parece legítimo. Nuestra preocupación está en distinguir dónde acaba la reivindicación y comienza una cierta promoción de la sustancia", aclara Eusebio Megías, director técnico.
La Maca no tiene reparos en enseñar sus oficinas a los periodistas, pero visitar una de las plantaciones no es fácil. Temen los robos y la tentación del sensacionalismo. "La prensa siempre se queda con la foto de la hoja de maría", insiste Afuera. "La sensación de indefensión ante los ladrones es aún más grande que ante la policía", dice sin olvidar las horas que pasó en la comisaría hace unas semanas. La historia está cargada de ironía: al ir a denunciar el hurto en una plantación, los Mossos d'Escuadra le explicaron que, para admitirla, antes deberían denunciarle por delito contra la salud pública.
Uno de los cultivos ocupa un invernadero de casi 200 metros cuadrados arrendado a una empresa agrícola. Hileras de plantas de seis variedades distintas de marihuana crecen sujetas a cables para evitar que se tuerzan. El conjunto está rodeado de cámaras y sensores de movimiento conectados a una empresa de seguridad. Por control informático se regulan las constantes de temperatura, luz y humedad para acelerar el crecimiento de las plantas, de manera que pueden cosechar hasta cuatro veces en un año.


Es la plantación "más profesional" de la asociación, explica Raúl, uno de los productores. Tiene 32 años, la memoria lenta y el habla pausada. Su oficio transcurre entre cruces de plantas y la preparación y supervisión de cultivos. Raúl no niega que podría ganar "mucho, mucho más" en el mercado negro. "Trabajar en el cannabis y hacerlo de forma legal es un lujo. Yo no cambio por nada el poder explicarle a mi hija en qué trabajo".


http://www.elpais.com/articulo/reportajes/Tranquilo/fuman/porros/elpepusocdmg/20110227elpdmgrep_9/Tes


Cómo crear un Club Social de Cannabis


http://www.google.es/search?q=%27C%C3%B3mo+crear+un+Club+Social+de+Cannabis%27&ie=utf-8&oe=utf-8&aq=t&rls=org.mozilla:es-ES:official&client=firefox-a


Salinger - El guardián entre el centeno



Wilhelm Stekel.

«Lo que distingue al hombre insensato del sensato es que el primero ansia morir orgullosamente por una causa, mientras que el segundo aspira a vivir humildemente por ella.»